Se abre una ventana de sensibilidad y afecto en las aulas para educar sin imponer, sino exponiendo,...
- Se abre una ventana de sensibilidad y afecto en las aulas para educar sin imponer, sino exponiendo, para educar formando, no informando, para educar con inteligencia, no para la inteligencia…
- Así lo ve y lo manifiesta Pilar García Núñez, maestra de Educación Infantil del colegio El Globo Rojo, que en el Día del Maestro nos envía estas reflexiones, leámoslas:
No resulta fácil hacer una reflexión sobre modelos educativos ideales para nuestra sociedad, cuando la figura del maestro está tan minusvalorada a nivel social.
Mi experiencia educativa está centrada en los niveles de Educación Infantil, nivel educativo que abarca de los tres a los seis años, una edad en la que la figura del maestro es sumamente importante porque cada uno de nuestros movimientos, gestos o palabras es “fotografiado” y “archivado” en la memoria y en el corazón de nuestros pequeños.
Es por ello que, como educadores, y ante la crisis educativa que vivimos, no debemos conformarnos con ser buenos maestros sino que debemos buscar a cada instante la excelencia.
Nuestra generación creó la información como ninguna otra pero no sabemos qué hacer con ella. Nos hemos convertido en máquinas de trabajar y estamos transformando a nuestros niños en máquinas de aprender.
El desarrollo social al que hemos llegado es muy elevado y deberíamos contar con la generación de jóvenes más felices, pero hemos creado una generación de insatisfechos…
Y todo ello porque no estamos educando la emoción, ni estimulando el desarrollo de las funciones más importantes de la inteligencia, como contemplar lo bello, pensar antes de reaccionar, exponer y no imponer las ideas, administrar los pensamientos, tener espíritu emprendedor… estamos informando, no formando su personalidad.
Por ello hoy día el sistema educativo necesita de maestros que hablen a los ojos y eduquen la emocionalidad con inteligencia, algo mucho más complejo que transmitir los contenidos de física, matemáticas o lingüística.
Educar la emocionalidad supone estimular al alumno a pensar, a no tener miedo a equivocarse sino miedo de no intentarlo, a ser autor de su historia, a saber perder, a saber filtrar los estímulos estresantes y trabajar no sólo con hechos lógicos y problemas matemáticos sino con la contradicciones de la vida.
La escuela de hoy día debe dar un giro radical al enfoque educativo y no olvidar nunca que educar es ser artesano de la personalidad, un poeta de la inteligencia, un sembrador de ideas y un promotor de autoestima. Sin perder nunca de vista que los maestros no somos los únicos protagonistas de esta tarea, padres y maestros trabajamos y cultivamos los territorios más difíciles de trabajar, los de la inteligencia y la emoción.
Quizá resulte demasiado “idealista” el giro educativo que me gustaría dar a la educación pero creo en ello porque mi experiencia de los últimos años, desarrollando un plan de Inteligencia Emocional dentro del aula y en colaboración con los padres, me anima cada día a seguir educando la emoción.
Mª del Pilar García Núñez
Maestra de Educación Infantil