“Un señor maduro con una oreja verde”
Un día, en el expreso de Soria a Monterde,
vi que subía un hombre con una oreja verde.
No era ya un hombre joven sino más bien maduro,
todo menos su oreja, que era verde puro.
Cambié pronto de asiento y me puse a su lado
para estudiar el caso de cerca y con cuidado.
Le pregunte:-Esa oreja que tiene usted, señor,
¿Cómo es de color verde si ya es usted mayor?
Puede llamarme viejo- me dijo con un guiño-
Esa oreja me queda de mis tiempos de niño.
Es una oreja joven que sabe interpretar
Voces que los mayores no llegan a escuchar:
Oigo la voz del árbol, de la piedra en el suelo,
del arroyo, del pájaro, de la nube en el cielo.
Y comprendo a los niños cuando hablan de esas cosas
Que en la oreja madura resultan misteriosas…
Eso me conto el hombre con una oreja verde
Un día, en el expreso de Soria a Monterde.
-Gianni Rodari-
Desde pequeña tenía claro lo que quería ser de mayor, maestra, y se vieron cump...
Desde pequeña tenía claro lo que quería ser de mayor, maestra, y se vieron cumplidos sus deseos. Loli Mateos Muñoz es profesora de un grupo de alumnos de infantil de 5 años y, además, dirige una escuela para niños de 0 a 6 desde hace más de 27 años.
A pesar de sus 50 años, recién cumplidos, todavía le quedan dos orejas verdes para todo lo que tiene que escuchar de esas vocecitas, los niños. Dice no haber perdido ni un ápice de ese entusiasmo que le llevó a embarcarse en esta profesión.
Es capaz de entusiasmarse por aquello que viven los niños, por aquello que le cuentan y disfrutar de lo mismo que disfrutan los niños. Por eso su clase, las tardes de los viernes, se convierte en un momento para “los tesoros", sean del tipo que sea.
Reproducimos aquí algunas de sus reflexiones del cuaderno diario de clase donde se siente totalmente identificada con una poesía del famoso escritor, maestro y pedagogo italiano, Gianni Rodari.
Cada viernes por la tarde los deseos de estos niños se colman con algo tan sencillo como sacar algo de la Caja de Sorpresas. Para ello se utiliza una caja grande que tiene una boca en la que cada niño introduce la mano y palpa, sin ver, los objetos que hay en el interior. Los objetos forrados con papel de regalo causan más interés.
A lo largo de la semana cada niñ@ ha traído un pequeño objeto que introduce en la mencionada caja con la intención de que vaya a manos de alguno de sus compañeros. Un tesoro en potencia que se vuelve real a través de un sencillo juego colectivo donde el deseo de compartir con los demás es lo más importante.
Sí, realmente un tesoro, y sin embargo no el único, es una dinámica de juego semanal, capaz de llenar de ilusión y de sueños.
Es por eso que en la clase siempre hay un lugar para los “tesoros”, sean del tipo que sean. Cuando veo a los niños sacar esos objetos de la caja, quitar el envoltorio deprisa, mirarlo, acariciar lo que les ha tocado, comentar sobre el objeto, me recuerda mi infancia y el sentimiento de entusiasmo que me proporcionaba mirar y tocar aquellas colecciones de objetos que yo guardaba en una maletita forrada de tela de rayas.
Para las personas que tenemos esta profesión, partir de nuestras propias vivencias de la infancia nos puede ser útil y muy eficaz, para crear un ambiente en la escuela en el que esté incluido nuestras experiencias en las que aportemos alegría, vitalidad y riqueza.
Y es que para crear un ambiente y compartirlo, se necesita alimentarlo mucho, además de cariño y de pedagogía, es preciso conectar con el mundo de los niños, como dice G. Rodari “tener una oreja verde”.
Me gusta tener una oreja verde en la escuela, para estar abierta, vigilante y libre, dispuesta a los cambios y al deseo de novedades, mantener las persianas abiertas a las necesidades de los niños, a sus comentarios, a las ideas renovadoras y útiles vengan de donde vengan.
Loli Mateos.